“Olvidar a alguien que amaste profundamente es como intentar recordar a alguien que nunca conociste” Khalil Gibran
Cuando una relación que ha perdurado durante años llega a su fin, es inevitable sentir que se ha perdido mucho más que solo a la pareja. Se experimenta una sensación de vacío, como si parte de uno mismo se hubiera marchado junto con esa persona. Pasamos por alto la posibilidad de que estemos atrapados en una dinámica de dependencia emocional. Y estar en esta situación puede causar estragos en tu autoestima, en la percepción de ti mismo y en el amor propio a lo largo del tiempo. Es que sientes una urgencia por intentar recuperar lo que has perdido, incluso llegas a asumir toda la responsabilidad del quiebre de la relación y en base a mi experiencia, esta autocrítica no refleja la realidad de la situación.
Una relación implica la participación de dos personas, no solo una. Así que en lugar de lamentar su partida, es más constructivo agradecer que se haya ido y verlo como una oportunidad para tu propio crecimiento personal. En vez de agotar tu energía pensando en cómo reconstruir la relación, es momento de permitir que cada uno siga adelante con su vida por separado. Toma conciencia, que si tu pareja decidió partir, es probable que no fuera la persona adecuada para ti.
Así que, evita el deseo de volver a buscarlo a través de amigos o de intentar comunicarte con él bajo pretextos triviales. Enfócate en tu propio crecimiento personal. Dedica tiempo y esfuerzo a fortalecer tu autoestima, desarrollarte como individuo, aceptarte y amarte tal como eres. Reconoce tu propio valor y deja de buscar a alguien que, seguramente, ya ha seguido adelante y no supo apreciar lo que tenía contigo.